Comienzan las actividades del Día Mundial del Alzheimer. Se calcula que este mal afecta a unas 7.000 personas en Cantabria MARIÑA ÁLVAREZ «Vengo a cobrar la paga. Cada noche roncas más. Tienes que ser más rápida». No es una discusión escuchada detrás de la puerta. Son las respuestas de Natividad Meruelo al test al que se sometió ayer en el Autobús de la memoria, una de las actividades organizadas por la Asociación de Familiares de Alzheimer de Cantabria (AFAC) con motivo de la celebración, el 21 de septiembre, del día mundial de esta enfermedad. Formar una frase coherente con palabras desordenadas y responder a preguntas para la mayoría obvias -¿con qué adornas tus orejas?, ¿cómo te abrigas el cuello?, ¿qué utensilios se usan para coser?- bastan para saber si nuestra cabeza rige como debiera. El autobús aparcó poco antes de las diez de la mañana y al mediodía ya no había un hueco libre para que pudieran ser reconocidos por los psicólogos de AFAC. Más de medio centenar de personas, a razón de diez minutos cada una, fueron atendidas a lo largo del día, pero el goteo de interesados siguió siendo incesante. Muchos se sentaban a esperar que alguien fallase a su cita para tener la oportunidad de preguntar si lo suyo son despistes, cosas de la edad o algo más preocupante. Hay miedo a la enfermedad del olvido, considerada la plaga del siglo XXI, que padecen unas 7.000 personas en Cantabria y la sufren 14.000 más, si se calculan dos cuidadores por enfermo. Natividad hiló las frases rápidamente y terminó con éxito el test. Tiene 59 años y está muy sensibilizada con el alzheimer. «Hace cinco años hice un curso de memoria. Estoy asustada porque no me acuerdo de los nombres de la gente, ni siquiera de mi número de teléfono. Me funciona muy bien la memoria visual, pero del resto fatal», cuenta a la psicóloga, Soraya González, que le advierte que la memoria no se cultiva sola, «hay que trabajarla, aprender trucos y estrategias para recordar». Antes de marcharse recibió un kit básico para practicar la gimnasia mental: un llavero que responde a los silbidos, ideal para no perder las llaves, y un libro de ejercicios. «No lee, no habla...» «Me deprime hablar del alzheimer», dice Fermina Marcos, hermana de una afectada que en sólo dos años «se olvidó de leer, dejó de vocalizar bien, desarrolló mal genio y tiene pocos momentos de lucidez», un deterioro fulminante en una mujer que, hasta ese momento, «había sido muy activa, una gran lectora, trabajadora...». Ahora no reconoce a su familia y, caprichos de la memoria, sólo recuerda «las canciones de la iglesia». Para Fermina, esta enfermedad es «muy triste, espantosa», que sobrelleva la familia como puede. Por las mañanas va a un centro de día, por el que paga 500 euros mensuales; por las tardes la cuida otra hermana y a ella le toca los sábados, porque estos centros cierran los fines de semana. Sobre si la Administración debe ofrecer más ayudas, Fermina opina que «ella tiene piso propio y una buena pensión, considero que hay gente que lo necesitaría más». Precisamente, el acceso a las ayudas suele ser una de las demandas de los familiares. El presidente de AFAC, Víctor Balbás, considera que Cantabria «es una de las comunidades donde la Ley de Dependencia está más desarrollada, pero aún así las ayudas son muy bienvenidas, de entidades públicas o privadas». Apoyo de la asociación Además, la asociación dispone de dos centros de día psicogeriátricos con transporte adaptado, ofrece a los enfermos talleres de estimulación cognitiva, también se organizan talleres de entrenamiento de la memoria como prevención y, a disposición de los familiares, hay servicios de orientación, apoyo psicológico, grupos de ayuda, asesoramiento sanitario, jurídico, atención social... Todo es poco para ayudar a soportar el impacto que supone un enfermedad degenerativa para la que todavía no hay vacuna y que, por el momento, tan sólo se puede controlar su evolución con fármacos. A pie de autobús, la psicóloga Mónica Pérez escuchaba los dramas cotidianos de la gente que acudía a hacer los test, buscar folletos o, simplemente, desahogarse. A todos abrieron las puertas de la asociación, hasta que a las ocho de la tarde el autobús de la memoria abandonó Santander y siguió su camino por otras ciudades de España bajo el lema Alzheimer, un reto compartido. Textos tomados del periódico online el diario montañés
|